No sé porqué cuando llueve pienso en los patos, en que se mojan porque no tienen algo que los guarde del agua que cae a cantaros, luego pienso que quizá sí, que sus alas con plumas cubiertas, son su propio hogar y cargan con él a todas partes o quizá no lo cargan sino que lo llevan dentro, lo que implica una libertad absoluta.
Luego pienso que quisiera ser un pato.
Luego pienso que quisiera ser un pato.
Sin
frio en invierno, ni calor en primavera.
Tal
vez quisiera ser un animal, porque no sufren tantas carencias, al menos no
mentales o sentimentales. Pienso que quisiera llevar conmigo mi hogar y pararme
a descansar cuando necesite, respirar sin necesidad de acampar, porque mi
campamento lo llevo en mi piel, luego pienso (también) en lo mucho que te has
convertido en mi piel, en que te has convertido en mis alas que amortiguan el
viaje y en mis patas que soportan el camino, pero ¿sabes? No sé en que medida
puedo decir que es bueno o que es malo. No sé si puedo convertirme en
depositaria de todos tus sentimientos y menos tu de los míos, no sé si puedo
permitirte ser conducto de mi felicidad, de lo que siento, de lo que soy, que seas portador de mis sueños y que vivamos realidades compartidas..
No
sé.
En días
así, pienso que me gustaría ser un pato, o quizá no tanto, tendría frío o quizá
sentiría nada, por lo que se vuelve mucho más atractiva la idea de serlo.
Y al final no sé porqué te hablo de los patos pero es una buena forma de empezar una carta para ti, que tengo tanto de que hablarte pero al momento preciso no sé cómo ni de qué hacerlo.
Yo siempre enigmada
con la vida:
Ella
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