Llevo algunos días (quizá un poco más)
sumergida en el espesor de pensamientos
que me abruman. Estoy experimentando el cambio. Supongo que es verdad eso que a
veces se dice, y mi frase tendría que ser algo como “mi vida cambió a los veintitrés y medio “. Y
bueno, tampoco es como qué un día despiertas y todo es diferente, sino que van
pasando los días y empiezas a cuestionarte todo, el sentido de lo qué haces, y
no las grandes decisiones, sino lo que haces diariamente y lo que finalmente te
hace ser quien sos. No sé si se trate realmente de madurar, pero supongo que ha
de ser parte esencial de ello, comenzar a ver las cosas de distinta manera.
Siempre me cuesta un poco aceptar que todo
cambia, odio volver al lugar donde me he sentido miserable, por eso trato de
distraer mi mente cuando me acuerdo que he vivido engañada y quizá peor, me he
inventado el engaño propio. Y cuando digo que miento es porqué si extraño, porque la distancia
es un reto que no fue difícil de aceptar pero que, es difícil de atravesar todos los días, con
gente distinta, con una rutina distinta (finalmente, rutina también), en un
nuevo lugar, en un distinto lugar. El distinto proceso de llegar a un lugar
distinto, de encontrarte ahí, donde todo es diferente y poder sentirte cómoda.
Después de todo no me atreví a tomar esta decisión por quedarme donde estaba,
sino por el beneficio de avanzar. De cerrar ciclos y comenzar el mío. Porqué
después de haber apostado por todos, es justo ahora apostar por mí. Y claro que
me da miedo soltarme. Otra vez. Querer a alguien, o más bien estar queriendo a
alguien, no lo creas, aun me resisto, me pongo límites, porque no voy a
permitirme de nuevo caer en el abismo. No me asusta el compromiso pero si me
asusta la entrega incondicional. Me asusta porque soy así. Porque me gusta
querer hasta sufrir. Me gusta sentirme amada (bah, ¿quién no lo hace?) entrar
de nuevo en el terreno donde uno siempre espera algo. Esperar una parte
proporcional a lo que uno da. Y ya no me engaño, yo sé que exijo mucho y no
esperaré menos. Porque no es justo, porque si me entrego completa (hecha
pedazos igual, pero con todos ellos), yo no quiero mitades, yo no quiero un
“pero ahora no” ni un “a ver si funciona” porque yo ya no apuesto al azar, ni
estoy dispuesta a que me echen a la suerte.
Es difícil encarar la nostalgia, la
melancolía con la que se vive a diario en la distancia. Trato de relatar la
tristeza porque me guste o no, vivo atada a ella, o ella a mí. Y la escribo y
describo para deshacerme un poco de ella, para desenredarla de la rutina, para
desprenderla de mis sueños y soltar el peso con el que cargo. Seguido pienso en
todas las personas que han pasado en mi vida, y a veces sin querer se me
escurren las lágrimas, pero intento no permitírmelo, aunque a veces es
inevitable. Cuando no los pienso -a todos los que quiero, a papá, mamá, a mis
hermanos. A mi abuela especialmente, ahora enferma, justo cuando no estoy (algo
que me destroza)-, es fácil seguir con la rutina diaria, con el esperado
viernes y consiguiente fin de semana, con dormir pocas horas, con soñar el
resto del día en cosas que quizá nunca lograré. Estoy triste y no se me acaba
la tristeza, estoy cansada de inventarme miles de historias y de seguir el
patrón del ejemplo. Estoy cansada de no ser yo. Y esto, una mezcla de nostalgia
y melancolía, de añorar lo que fui y añorar lo que no soy, me hace sentir
náuseas de lo que me he convertido. No
hay orgullo ni máscaras cuando hablo aquí, cuando logro describir lo que me
apaga, cuando quiero explorar mi mente pero la culpa me ahoga.
A veces intento seguir la corriente,
conocer gente, hacer nuevos amigos, hacer lo que se hace en el extranjero; pero
no puedo, no me motiva la superficialidad del ahora. Pero a veces, cuando lo
intento, a la mitad del camino me siento vacía y me pregunto por qué he
empezado a hacer cosas que no me llenan, cuántas cosas nos evitaríamos si
supiéramos decir que no, ¿y por qué no? Pues porque no quiero y no hay nada que
explicar.
A todos nos toca ser felices, en
diferentes caminos y de diferentes maneras. Yo sigo buscando el mío, porqué sé,
que aunque no elegimos vivir, sí podemos elegir cómo hacerlo y en el camino ir
descubriendo nuestro propósito aquí.
Yo siempre enigmada con la vida
Comentarios
Publicar un comentario